Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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viernes, 9 de agosto de 2013

Más sobre la cruel sanción pedida por el Senador NaCi Anasagasti para Joaquín Almunia

El pasado 19 de julio comentábamos en el blog la noticia de que el "simple", o simplón, Senador NaCi Ana-Sagasti había pedido la "pena capital" para un bilbaíno devoto de nuestrrrrro Athletic: que le quiten al Vicepresidente Europeo Almunia el carnet del club (si el lector pincha encima, enlaza), y lo considerábamos "la parida nacionalista del mes" (¡una de ellas!).
Pues bien, tres días después de nuestro post, Iñaki Ezkerra publicó en El Correo de Bilbao, un interesantísimo artículo (como todos los suyos en su columna semanal) titulado
"¿Quitar el carné del Athletic?
"Es un castigo de una crueldad que no se le puede desear ni al peor enemigo
Confieso que me ha impresionado la ocurrencia que ha tenido Anasagasti de quitarle a Almunia el carné del Athletic por el perjuicio que quiere causar a nuestros astilleros, al forzar a sus inversores a devolver las famosas ‘tax leases’. Y es que uno puede entender que se pida, por ese motivo, la dimisión del actual comisario europeo de Competencia, y hasta que se le declare en Vigo persona non grata. Uno lo puede entender todo. Pero ¿quitarle el carné del Athletic? Ése es un castigo de una crueldad que no se le puede desear ni al peor enemigo. Eso es tomarse la justicia no ya por la mano sino por el pie, dado que hablamos de un club de fútbol. Eso es como prohibirle comer bacalao al pil pil en el Guria o usar txapelas Elósegui. Una represalia de semejante dureza abriría la puerta a un tipo de medidas punitivas a las que no se atreve ningún código penal del mundo, como, por ejemplo, impedirle al sancionado tomar kalimotxos en las txosnas de la Semana Grande bilbaína o vetarle el acceso a la torre de Iberdrola; medidas por las cuales éste perdería totalmente las ganas de vivir. Ésa es una idea surrealista, en fin, que sólo se le puede ocurrir a una cabeza peculiar como la de Anasagasti, pero cuyo surrealismo no debe distraernos de su retorcida y perversa intencionalidad.
Hablo absolutamente en serio, porque Anasagasti habla en serio también. Esa venganza que él ha concebido da donde más duele: donde lo privado se une a lo social en la vida del individuo; en su relación afectiva con lo colectivo; en el círculo más inmediato del sujeto represaliado; en lo personal y lo bilbaíno; en el terreno de los hábitos, y en el de los prestigios. A Anasagasti lo que le jode, según propia confesión, es que haya «gente así, fardando con esos carnés». A él lo del «farde» le llega al alma, le saca de quicio, le pone negro. Quien le quite hierro a esa rabieta, por infantil, se olvida de que los totalitarismos son intrínsecamente infantiloides. Por eso se imponen siempre; porque se rebajan a ocuparse ridícula pero «eficazmente» de facetas de los ciudadanos de las que no se ocuparían nunca las ideologías democráticas. Buena parte de los escritos de Sabino Arana se centran en hacerle imposible la vida al prójimo, a un paisano, a un maestro, a un párroco de su época en ese territorio infantil y presuntamente inocuo de lo vecinal, lo pedestre, lo cotidiano. Como buena parte del auge del nacionalismo vasco en la etapa democrática se ha debido a su implacable monopolio sobre los inocentes reconocimientos sociales; sobre la angula de oro y la txapela de plata y el tamboril de bronce y la sardina de barro. Yo creo que eso es, en el fondo, lo que separa al PNV de hoy del PNV de ayer. Ni Lizarra ni el Estado Libre Asociado, sino que nos suena a pasado la voz de Anasagasti, la de quien se cree que el Athletic es suyo".
Se podrá decir de mil maneras (incluso como lo hicimos nosotros), pero difícilmente mejor.

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