Frases que tienen su aquel ...

“El nacionalismo es completamente anti-histórico.

Es una regresión a la forma más primitiva, cavernaria”,

Mario Vargas Llosa (XL Semanal nº 1.479, 28-02-2016)

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lunes, 2 de marzo de 2009

Un poco de lectura para esperar los resultados definitivos de las elecciones de ayer

Juan Bas es un gran escritor de Bilbao, de la cosecha del '59, una magnífica cosecha, como acertadamente dice una buena amiga y, por amiga, lectora del blog.
Que nos gusta Juan Bas no es novedad, lo sabe todo aquel o aquell-lla (¡léase con "elle" doble!, a la manera nacionalista) que siga "bilbaínodepro"; hemos glosado alguno de sus libros y algún que otro artículo, entre estos idolatramos "El derecho a carecer de interés por el euskera".
Pues bien, el amigo Bas acaba de publicar "La resaca del amor", que nos hemos apresurado a comprar, y que nos hemos metido en el coleto de una sentada, ayer, mientras el pueblo soberano y amedrentado votaba en Vascongadas.
No les vamos a hacer crítica literaria (y menos a estas horas), simplemente les recomendamos que se compren la obrita. Y ahora, mientras esperamos a saber la composición definitiva del nuevo parlamento vitoriano les invitamos a leer el "epílogo" del libro (pags. 223-5) que, por cierto, y esto es un aviso para navegantes, no tiene nada que ver con el resto de la obra. Lo traemos aquí porque la acción se sitúa en esta región en el siglo XXVII y la cosa del NaZionalismo parece que habrá causado estragos. Va:
"Epílogo
En 2669 rige los destinos del planeta Tierra Euskal Herria Imperio, con capital del mundo en Mondragón, una megalópolis de cien millones de habitantes con denominación de origen y donde se ubica el palacio del emperador Artaburu XXV -por esas fechas ya no se dice lo de por el culo te la hinco porque el ano es un conducto evolutivamente superado. (1)
La lengua oficial del imperio es el euskera guipuzcoano, hablado por setecientos millones de personas entre la Tierra o Ama Lur (2) y las colonias extraterrestres.
Precisamente, en Mondragón vive el señor Cordero Artificial, que tiene un reputado restaurante de ultranueva cocina vasca -especialidad, creaciones metagastronómicas con sombras y sonidos- en el exclusivo nivel diecinueve.
Desde hace un nanosegundo luz, Cordero Artificial mantiene una relación de empatía de prótesis y exergonía por exósmosis con la señora Oveja Sintética, un bomboncito de cadmio de ciento ochenta años muy bien llevados en teletransportador, pues no aparenta más de ciento cuarenta y no se ha hecho todavía más que cuatro tonterías de remodelación integral y solamente un cambio de piel.
Cordero Artificial está más loco que una cabra mutante por ella. Esa tarde quiere escaparse pronto del restaurante y pasar la velada entregado al erotismo con su amada Oveja Sintética. Es decir, intercambiando esporas de fantasía por vía clásica: a través del ciberespacio en cuarta dimensión.
En 2669 el cuerpo humano es biónico en un ochenta por ciento, se han suprimido los órganos sexuales y de la reproducción se encargan en exclusiva los laboratorios y plantas de montaje de Fagor, la primera macroempresa del imperio.
Pero cuando Cordero Artificial se dispone a conectar los electrodos de su entrepierna a la consola del amor, recibe un correo mental en el disco blando cerebral. Es Oveja Sintética que le dice que pasa de él más que del zope -droga telepática muy peligrosa a la que estuvo enganchada-. Lo abandona. Cambia de novio y se va a intercambiar esporas con él, mejor dicho, con ello. Le deja por Buey Criogénico, un guaperas acanallado del nivel trescientos que le ha prometido llevarla de viaje espacio-temporal para conocer al semidiós Sabino, el fundador del imperio.

Aunque los dispositivos de bloqueo emocional de Cordero Artificial se activan automáticamente, no resultan suficientes para evitarle todo el dolor y la tristeza de su resaca de amor, que no ha cambiado y es igual por los siglos de los siglos, desde que la primera pareja humana añadió a la cópula de sus órganos sexuales los sentimientos.

(1) Por tanto, yo no se puede cuadrar un círculo ni siquiera con la ayuda de una viga.
(2) En euskera, madre Tierra."

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